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La Fobia a la Sangre es clasificada, en los actuales sistemas diagnósticos de los trastornos mentales, como una fobia específica de tipo Sangre/Inyecciones/Heridas (SIH). Un cierto miedo a la sangre es habitual y, de hecho, se considera que el número de personas con este temor puede llegar a superar la barrera del 10%. Ahora bien, estudios recientes apuntan que el 2-3% de la población puede considerarse como fóbica a la SIH.
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Estos datos son importantes, no solamente por su prevalencia, sino por las consecuencias negativas que puede tener la fobia a la sangre sobre la calidad de vida de las personas que la padecen. Se trata de personas que suelen evitar intervenciones médicas importantes para su salud o embarazos, dejar de lado sus estudios (por ej.: medicina, enfermería), no visitar a familiares hospitalizados y un largo etcétera.
La Fobia a la Sangre, a diferencia del resto de fobias, se caracteriza por una respuesta de ansiedad bifásica. Es decir, si bien durante los primeros segundos de exposición al estímulo temido se produce una elevada activación fisiológica (taquicardia, palpitaciones, sudoración, etc.), a continuación se produce un rápido descenso de la misma (cae la presión sanguínea, el ritmo cardíaco se puede situar entre 35-40 pulsaciones por minuto, etc). Ello puede llevar al mareo, palidez, náuseas y, en ocasiones, terminar en desfallecimiento.
Además del temor al desmayo, entre los miedos más habituales se encuentran: posibilidad de llegar a perder el control, tener un ataque de pánico, temor a hacer el ridículo, o miedo a que se rompa la aguja y se quede dentro del cuerpo. También es común la sensación de asco y repugnancia al ver estímulos relacionados con la sangre.
En relación al tratamiento de la fobia a la sangre no suele recomendarse el uso de técnicas de relajación durante la exposición a la situación temida (aunque son útiles durante la primera fase de la respuesta difásica). Por el contrario, con el objetivo de compensar la disminución de la activación fisiológica y prevenir el desmayo, se considera más adecuado utilizar técnicas de Tensión Aplicada .
Durante los últimos años, la Realidad Virtual (RV) ha venido mostrando una gran eficacia clínica para el tratamiento de las fobias específicas. Estas tecnologías ofrecen el contexto ideal donde representar, de una forma controlada y segura, las situaciones temidas el paciente. En el caso de la fobia a la sangre, por ejemplo, permiten hacer un análisis de sangre en cualquier día del año, sin pedir cita previa, pudiendo manipular los parámetros que se estime oportunos y sin salir de la propia consulta.