El sistema nervioso central coordina y sincroniza todos los relojes, pero la ingesta de comida o cualquiera de los elementos zeitgeber comentados anteriormente puede disociar el master clock de los relojes periféricos. Cuando esto pasa el sistema inmune se activa y aparecerán lo que llamamos disfunciones metabólicas.
Para que esto no pase se necesita, entre otras cosas, una buena conexión entre el NSQ (núcleo supraquiasmático) y el núcleo arcuato, el centro de integración metabólica esencial.
Este núcleo tiene un papel fundamental ya que regula la alimentación y otras funciones como la presión arterial, respuestas del sistema inmune o la homeostasis de glucosa.
Además, gracias al núcleo arcuato se integran las señales de adiposidad como las hormonas que leptina y ghrelina (señales de saciedad y adiposidad) o los nutrientes circulantes como la glucosa.
Cuando se produce un desajuste del ritmo circadiano se producen una serie de modificaciones en nuestro metabolismo. Se reducen los niveles de leptina, esto aumentará nuestro interés por ingerir alimentos. Aumenta la glucemia (el azúcar en sangre) ya que en situaciones de estrés nuestro cuerpo nos prepara para tener energía rápida. Cuando aumenta la glucemia, aumenta la secreción de insulina para poder bajar estos niveles.
Niveles altos de insulina en sangre a la larga pueden producir que nuestro cuerpo se “acostumbre” y se reduzca la sensibilidad a la insulina, haciendo que no sea tan efectiva como lo era antes. Esto puede conllevar muchos problemas de salud ya que aumenta el riesgo de sufrir diabetes, obesidad o una elevada presión arterial.
La leptina es una hormona que le transmite al cerebro la señal de saciedad después de ingerir alimentos. Por lo tanto, tener esta hormona alterada nos puede alterar el consumo de energía.
También se producirá una alteración de la secreción de cortisol (que sigue un ritmo circadiano), pudiendo producir patologías.
Es por eso por lo que es importante mantener una ritmicidad en los sincronizadores circadianos externos que podemos controlar como por ejemplo las horas de ingesta de comida, la hora de actividad deportiva, la hora a la que nos despertamos… para ayudar a mantener la ritmicidad de los ritmos circadianos a nuestro cuerpo.